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Cinco pasos para el cierre de ciclos

Autor: Tania Siglinde
20 de diciembre de 2020
Crédito: Zoltan Tasi a través de Unsplash

Si bien este año ha sido completamente diferente a lo que hemos conocido, una manera en que podemos integrar las novedades que nos impulsen a continuar es concluyendo ciertos procesos que se abrieron a lo largo del año y que nos han ido transformando.

Hemos cambiado de piel varias veces durante las circunstancias inusuales por las cuales atravesamos este año. Los ajustes que tuvimos que implementar física, mental y espiritualmente los dimensionaremos con claridad al permitirnos evaluar en retrospectiva nuestras relaciones, nuestros hábitos y nuestros espacios. Hacer el cierre de las etapas, los eventos y las pérdidas que vivamos gira en torno a cinco pasos:

  • Identificar las relaciones o eventos que requieren de un cierre. 

Esta tarea se inicia con una intención clara de mirar internamente qué está ausente actualmente en nuestro cotidiano, reconociendo los lazos que se han debilitado por los cambios de trabajo, por disonancias o incompatibilidades o por decisión. Los duelos mayores tales como muerte, divorcio o desempleo conllevan un gran número de pequeños duelos que acoger, sanar y trascender, lo que por naturaleza puede extenderse en un periodo considerable de tiempo. En general, el duelo no es un proceso que evolucione de una manera lineal, sino que va y viene de una emoción a otra hasta que poco a poco, a largo plazo, se va estabilizando.

  • Identificar las emociones ligadas a cada aspecto por cerrar. 

Aceptar sin juicios ni obstáculos el flujo de nuestras emociones nos permite reconocer la importancia de cada elemento por sanar y ubicar la forma en la que cada cierre o final repercutirá en cambios para nuestra vida. Este trabajo puede sorprendernos: observando nuestras emociones, podemos localizar aspectos que previamente no reconocíamos o no considerábamos lo debidamente importantes o simbólicos.

  • Identificar lo que aportamos y lo que recibimos.

Cada elemento en la vida requiere de una determinada dosis de energía, tiempo y atención. Así sea una aparente nimiedad, concebirla mentalmente, ponerla en marcha, estar presente y realizarla exige algo de nosotros en mayor o menor medida. Damos, pero también recibimos. Y la apreciación objetiva de ese necesario equilibrio contribuye a limpiar nuestros vínculos y hábitos en general.

  • Reconocer el vacío.

Cuando un ciclo se cumple, como parte del duelo, debemos negociar con lo que a raíz de eso se ausenta en nuestro cotidiano. Reconocer los vacíos que quedan implica, tácitamente, aceptar aquello que ha concluido y adoptar una perspectiva más consciente respecto al simbolismo y la significancia que las antiguas presencias han tenido en nuestra vida. 

  • Agradecer.

Agradecer cuando algo en nuestra vida concluye permite que en el vacío que queda se geste algo nuevo, con energías limpias. En esta secuencia de pasos, después de la introspección y la toma de consciencia, de identificar lo que aportamos y lo que recibimos y de dimensionar la amplitud del duelo, resulta muy sanador tomarse un tiempo para agradecer. En primera instancia, discerniendo lo recibido y, en segunda instancia, valorando lo aprendido en el transcurso de la vivencia, honrando su irrupción y su función en nuestra vida. 

Podemos conceptualizar los procesos de recuento retrospectivo, reconocimiento del camino andado y cierre de ciclos como ritos de autocuidado y libertad. Cada quien encontrará su formato personal propio de ritual simbólico o empleará las herramientas que conozca o que le resuenen, tales como redactar una carta, volcarse en alguna expresión artística, o permitirse un regalo a sí mismo para subrayar los momentos de cierre mientras se activa la energía para dar inicio a una nueva etapa. Sea cual sea la forma en que decidamos hacerlo, será preciso invertirle tiempo de calidad, para establecer un propósito y una intención y enfocar plenamente en ello nuestra atención

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