El amor del rey y el amor del mendigo: una breve reflexión
Estamos a unos días de San Valentín, una de las fechas predilectas por muchas personas y que se ha instalado en el imaginario colectivo como un día especial para celebrar el amor y la amistad. Sin embargo, más allá de la fiesta y los obsequios, dicha conmemoración tiene el potencial de revelarnos la forma en cómo amamos y somos amados.
Si bien es cierto que el amor es un sentimiento inherente a la propia existencia, y que nos permite generar vínculos al interactuar con los demás y nuestro entorno, también es cierto que entraña ciertas complejidades y múltiples matices. El dar amor va desde permitirnos experimentar dicho sentimiento hasta dejar que el impulso de sentirlo nos lleve a practicar la generosidad no solo con aquellos que nos rodean sino también con nosotras mismas. Por ejemplo, cuando nos esforzamos por comprender nuestros sentimientos, satisfacer nuestros deseos o al momento de aceptarnos tal y como somos, estamos llevando a cabo un acto de amor hacia nosotras mismas. Así, ya sea que hagamos una reconexión con nuestro propio cuerpo, tal y como sucede al momento de utilizar la copa menstrual, que manifestemos simpatía por los demás, un tórrido romance o inclusive un amor incondicional hacia algún ser especial, esto deja de manifiesto nuestra naturaleza como seres afectivos, condición que trae consigo una serie de implicaciones que podríamos definir como gestos de amor. Pero, al momento de amar, ¿somos reyes o mendigos?
Cuando pretendemos amar desde la carencia afectiva, empecinados en obtener una retribución por el afecto que hemos brindado, podríamos decir que somos mendigos. En cambio, somos Reyes cuando el amor que sentimos por nosotros mismos y por los demás es tan vasto que podemos darlo a manos llenas. El amor del mendigo no solo supone una ausencia de amor propio sino también una naturaleza egoísta y propicia para las relaciones sociales tóxicas. Por otra parte, el amor del Rey representa una saludable, digna y equilibrada forma de amar, sin más objetivo que el bienestar; condición que todos los seres humanos anhelamos y que se ha vuelto tan urgente en los tiempos tan turbulentos que atravesamos.
Así pues, como un acto de amor, bien podemos aprovechar esta próxima festividad para generar reflexiones con nuestros seres queridos en torno a la forma en que amamos y somos amados, tomando en cuenta que esto posibilitará acciones concretas no sólo para la redefinición de nuestras relaciones sociales, sino también para consolidar la sanación de nuestras sociedades y nuestro planeta, pues recordemos que el amor tiene la facultad de transformar nuestro entorno.