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Saber de anatomía, saber de ti misma

Autor: Mariana Fresán
22 de octubre de 2019

En nuestra labor de promoción de la copa menstrual, nos hemos encontrado con que un gran número de mujeres desconoce su anatomía.

Pocas saben diferenciar la vulva de la vagina y menos aún identifican los diferentes orificios por los que sale la lubricación, la orina y los flujos vaginales, incluido el flujo menstrual.

La salud de nuestras vaginas, vulvas y todo nuestro sistema sexual y reproductivo tiene mucho que ver con la higiene y los hábitos cotidianos, pero también con el conocimiento y la información de que nos proveemos.

Conocernos nos permite auto gestionar la información que el cuerpo nos brinda en cada uno de sus cambios cíclicos y, dado el caso, distinguir los síntomas fuera del espectro habitual en el ciclo de cada una. Saber de anatomía de manera más bien técnica o académica es un primer acercamiento a la comprensión. Sin embargo, la propia exploración, la búsqueda de recursos documentales, el desarrollo de una mayor sensibilidad y la creación de espacios entre nosotras para hablar y compartir nuestras dudas y observaciones es lo que nos lleva realmente a visualizar, habitar, reflexionar y despertar la metafísica de nuestra estructura individual. Cuando reconocemos el cuerpo, sus misterios y su sabiduría ancestral entramos en un mapa circular que nos guía a través de la etapa de la vida en la que nos encontramos.

El cuerpo de las mujeres ha sido nombrado en el ámbito científico desde un sistema de pensamiento masculino y falocéntrico, así por ejemplo “vagina” significa “vaina”, como si su función primordial fuera la de recubrir a la “espada” del pene. También, a algunos de nuestros órganos íntimos les damos por convención el nombre de su “descubridor”, como las trompas “de Falopio” o las glándulas “de Bartolino” o “de Skene”, cuando tienen de hecho sus nombres relativos a la posición que ocupan en el cuerpo o a la función fisiológica que cumplen: las trompas uterinas, las glándulas vestibulares mayores (o lubricantes), las glándulas uretrales o menores (o eyaculatorias).

En esta convención hemos mantenido un cierto nivel intelectual que ha determinado una forma de desconocer nuestro cuerpo. La exploración del cuerpo femenino y su fisiología favorecen la apertura de un puente hacia aspectos de orden metafísico que también redimensionan nuestros conceptos de salud y enfermedad.

Los sistemas ancestrales o nativos suelen tener modelos de sanación y curación que toman en consideración de forma integral la complejidad de la interacción de los sistemas mental, emocional y energético, manifestando la propia esencia y la interconexión con la naturaleza. Bajo el principio de que el cuerpo en su nivel material nos permite percibir y “darnos cuenta”, saber, conocer y reflejarnos en él es un requisito indispensable para favorecer un estado de bienestar y de paz con nosotras mismas.

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