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Sexualidad femenina III

Autor: Mariana Fresán
13 de mayo de 2018

El género y nuestro mapa energético son como ejes en el ejercicio de nuestra sexualidad como mujeres.

Sin embargo, ampliar nuestro conocimiento nos brinda una oportunidad de desarrollar la consciencia y entonces, al hablar de salud sexual, el campo se extiende a todas las áreas de nuestra vida y entendemos que todo nuestro entorno forma parte de este aspecto esencial de nuestro ser.

La búsqueda de un estado de bienestar en torno a la sexualidad de manera generalizada se mide actualmente por el alcance o no del placer en el sentido genital. Pero, visto desde una perspectiva más amplia, el bienestar implica la alineación entre la energía sexual genital, la emocional y la de consciencia, a manera de que podamos empatar lo que hacemos con lo que sentimos y con lo que sabemos.

Socialmente, el comportamiento sexual individual ha sido dictado por códigos morales, usos y costumbres y hasta intereses comerciales, que lo reducen a una expresión meramente genital e imponen una forma de actuar que muchas veces no tiene que ver ni con nuestros deseos internos, ni con nuestro conocimiento, ni con nuestra intuición. Esto nos lleva a un estado de desconexión que pone en riesgo la integridad energética y hasta la propia vida, al querer responder a un código externo de valores en un asunto tan sensible y privado.

Al hablar de una sexualidad que promueve el bienestar y favorece el desarrollo humano y espiritual, nos referimos a un ejercicio consciente y disciplinado de conexión de las emociones, con las formas de actuar y con el pensamiento.

El rechazo a cultivar sentimientos relativos a las parejas sexuales o prácticas tales como la privación del libre ejercicio de la sexualidad, como sucede en el caso de monjas y sacerdotes, nos habla de todo un sistema de desconexión que enferma y perpetua una insatisfacción constante. Personas sensibles que resienten un vacío o una carencia pueden refugiarse tras alguna adicción o tras la búsqueda del placer genital desconectado del propósito sagrado de conectar y sublimarse a través de las esferas emocionales y de consciencia.

El placer genital ha sido simultáneamente, por un lado, exaltado socialmente y, por el otro, reducido al orgasmo. Desde ese punto de vista, el placer que no llega al orgasmo genera un listado de técnicas y recetas para alcanzarlo, en la que se incluyen como si fueran requisitos a cumplir: encontrar un número indeterminado de puntos orgásmicos en el cuerpo, como el famoso “punto G” o, mejor dicho, el punto de estimulación de la eyaculación femenina, explorar diferentes tipos de orgasmos, etc.

En ese dédalo, fácilmente perdemos de vista la luz y el placer del ser unificado que, a través del sexo, en conexión con las emociones y en plena consciencia, establece niveles de contacto, impacto y creación con cada elemento del entorno.

Algunas mujeres, buscando cumplir con una agenda artificial de “efectividad sexual” acumulan parejas y experiencias sexuales, lo que seguido anestesia pasajeramente sus emociones y acentúa su sensación de vacío interior.

Muchas mujeres suprimen su poder creativo, no sólo en cuanto a la procreación de hijos, sino también relativamente a la posibilidad de co-creación que se despierta con la energía de la fusión.

En esta mística en torno a cómo es que la sexualidad está presente en cada intercambio, desde el más mínimo contacto visual hasta la penetración más profunda, la energía sexual es origen y fuente infinita de vida, a través de la que manifestamos y creamos en todos los planos de nuestra existencia.

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