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La sangre menstrual

Autor: Mariana Fresán
20 de junio de 2018

El uso de la copa menstrual ha abierto cada vez más espacios de intercambio al respecto de los procesos vitales femeninos.

Para muchas mujeres, el contacto con su propio cuerpo se ha desencriptado y se apropian de lleno su derecho a auto-conocerse y cuidarse.

En el proceso de auto-conocimiento, la sangre ha sido una protagonista silenciosa, desde hace tiempo que usábamos compresas hasta disfrutar de otras opciones que hoy existen, como la copa.

Una reacción que observamos seguido entre usuarias de la copa es que reconocen el lugar esencial que ocupa nuestra sangre menstrual y en consecuencia desmitifican que si el olor, o la suciedad, o su carácter de desecho.

La copa nos permite mirar a la sangre con una actitud más cercana a la visión de nuestras antepasadas, que la consideraban vehículo de vida, ofrenda, medicina o inclusive objeto de culto. Cuando sale la sangre de la copa, concentrada, limpia y espesa, observarla suele generarnos una especie de fascinación.

Muchas mujeres actualmente estamos rescatando diferentes prácticas en torno a la sangre, que van desde utilizarla de inmediato en la tierra hasta conservarla regularmente en el refrigerador para usarla como mascarilla, pasando por guardar la primera sangre después del parto o conservar la última sangre después de la menopausia, que para algunas mujeres pueden ser muy significativas.

Las mujeres así entienden desde un conocimiento intuitivo o compartido que su sangre no es un desecho y reconectan con tradiciones transmitidas de generación a otra desde tiempos inmemoriales, dando testimonio de una nueva consciencia o de una relación de conexión más profunda e íntima con la tierra.

Es una práctica cada vez más común que las mujeres “siembren” su sangre, diluyéndola con agua al sacarla de la copa para regar plantas o nutrir la tierra. A veces, se hace como un ritual de entrega o “retorno” de esta gran riqueza proveniente de nuestro cuerpo que contiene energía primordial de vida, información genética y energética capaz de generar vida y contribuir al milagro de un nuevo ser.

La siembra de la sangre es un ritual o rezo en el que se entrega una parte de nuestro fluido vital como ofrenda, formulando una intención de agradecimiento o de petición, que a muchas les permite reconocerse como parte integral de un sistema que va más allá de la individualidad de cada una.

La evidencia de que la sangre menstrual contiene células madre y muchos otros nutrientes ha inspirado a muchas mujeres a utilizar su sangre con fines cosméticos, como mascarilla facial. Al sacar la sangre de la copa, la aplican en el rostro y la dejan actuar por un periodo de entre 10 y 20 minutos. Varios testimonios que se desprenden de esta práctica afirman que la piel mejora notablemente su salud y su apariencia en cuanto a su hidratación y lozanía, además de que disminuyen los brotes y las manchas del acné.

Lo cierto es que las diferentes aplicaciones y manejos de la sangre le brindan a cada mujer una oportunidad y un derecho a generar conocimiento en torno a su propio cuerpo en general y a su menstruación en particular. Y quienes asumen plenamente esta exploración van generando una resonancia con más y más mujeres que se van permitiendo replantearse sus antiguas ideas y creencias al respecto.

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