¿Qué es la vagina?
Como representante emblemática de la anatomía femenina, la vagina es muy popular. Diversas fuentes la ubican como un espacio en el cuerpo, un objeto de interés público a veces sucio y prohibido, pero por fortuna también existen materiales que la consideran desde un punto de vista educativo y espiritual.
Pese a toda esa información, la vagina sigue siendo un constructo vago, ajeno a lo que es en realidad. Es de hecho muy común confundirla con la vulva, ampliando así su espectro de connotaciones para hacer alusión a los genitales femeninos humanos en su conjunto. La confusión quizá se deba a que se trata de una parte poco visible, poco autoexplorada y poco conocida.
La palabra vagina tiene su etimología en la palabra latina para “funda” o “vaina”, como haciendo referencia a que su función es la de acoger al pene. Sin embargo, la vagina, si bien ofrece esa posibilidad, no se o se limita a esa única acción, que no es ni siquiera la más importante de todas las que cumple.
La vagina es un canal interno y, en consecuencia, oculto a simple vista, que comunica al útero con el exterior. Su entrada se localiza en la vulva, la parte externa de nuestros genitales, desde de la cual sólo pueden apreciarse vagamente su color y su textura; para observar claramente la vagina, se requiere de instrumental adecuado para expandir sus elásticas paredes. Es común que las mujeres no se exploren la vagina o lo hagan ya tardíamente en sus vidas. De entrada, lo recomendable es explorarse con los dedos para familiarizarse con su textura en los distintos momentos de nuestra vida y las distintas fases de nuestro periodo, con o sin excitación sexual, para identificar su humedad, temperatura, profundidad, sabor, olor, capacidad elástica y sensibilidad.
En general, la vagina en reposo puede visualizarse como una manga más o menos aplanada y muy maleable. Por ello, su forma se adapta fácilmente a cualquier objeto que se le introduzca, ya sea una copa menstrual, un pene, un juguete sexual, un instrumental médico o la cabeza de un bebé, toda vez que sea algo que pueda abrazar y sostener en cooperación con el piso pélvico. Las terminales nerviosas en su parte más externa, es decir, el área más próxima a la entrada, hacen posible que experimentemos sensibilidad y placer. En su parte interna, la vagina recubre el cuello del útero y en la parte posterior, llamada “el fondo del saco”, se ubica otro espacio de gran sensibilidad apto para generar percepciones agradables.
La vagina está sujeta al cuello del útero en toda su circunferencia, lo cual implica que nada mayor a cinco milímetros pueda pasar del exterior hacia el útero; no existe, pues, ni tampón, ni juguete sexual, ni copa menstrual ni ningún otro objeto que pueda entrar y perderse en los confines del organismo. La vagina es la vía de evacuación del flujo cervicouterino, la sangre menstrual y el acceso hacia el exterior de los bebés en el parto.
Sus paredes, protegidas por una flora bacteriana ácida y rica en propiedades, tienen gran capacidad de absorber las sustancias y albergar microorganismos que entren en contacto con ella, ya sean hormonas y enzimas del semen o bien hongos y bacterias, medicamentos, tóxicos contenidos en duchas vaginales, jabones íntimos, tampones y toallas, por lo que hay que ser cuidadosas e informarnos sobre todo aquello que acogemos en nuestro interior.
Así, la vagina es un pasaje delicado, pero que puede abrazar, absorber, conectar y transportar nuestras creaciones logradas en el útero y, llegado el momento, llevarlas hacia afuera.