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La oscuridad y el florecer: Perséfone

Autor: Jaquie Bustamante
7 de noviembre de 2018

Los ciclos lunares y los ciclos del año están íntimamente relacionados.

Durante el año, con el paso de las estaciones transitamos por las cuatro energías de un gran ciclo, de manera análoga a las energías que vivimos con las fases de la luna en el ciclo lunar.

Tanto en el ciclo lunar como el en ciclo anual observamos que hay una etapa de luz y una etapa de oscuridad; así, la luna creciente y la luna llena implican el ascenso y la mayor elevación de energía con el incremento en la proporción de luz que el astro refleja, del mismo modo que la primavera y el verano conllevan una mayor expresión lumínica, de vegetación y esplendor en la naturaleza. En contraste, la luna menguante y la luna oscura son el descenso y el más bajo nivel de energía lumínica, al igual que sucede en el otoño y el invierno.

Este paralelismo ha sido explicado desde la mitología a través del mito de Perséfone hija de Deméter, la diosa de la agricultura, de la fertilidad de la tierra y la protectora de las cosechas, la representación de la Madre Tierra. Perséfone simboliza la frescura de los nuevos brotes con su energía de doncella. Cuenta el mito que madre e hija vivían en comunión en un paradisíaco campo de exuberante florecer continuo, generando juntas los fenómenos naturales visibles en el mundo externo, hasta que Hades, señor de la oscuridad, decidió raptar a Perséfone y llevarla a vivir al inframundo como su esposa. A partir de la desaparición, Deméter emprende una búsqueda desesperada y el mundo entero cambia: los campos se quedan infértiles acompañando su tristeza y desasosiego. Ante esto, Zeus, el padre del universo, decreta que Perséfone emerja de las profundidades durante seis meses y que la otra mitad del año regrese al inframundo a fungir como esposa de Hades.

Este tránsito del inframundo al mundo marca las dos etapas del ciclo anual: la lumínica, cuando conviven madre e hija y florece la naturaleza, germinan de las semillas y se cultiva y se cosecha la siembra; y la oscura, cuando se deshojan los árboles y se depura la naturaleza, llega la sequía y se cierran los ciclos agrícolas.

El periodo de oscuridad sin embargo no representa infertilidad. Imágenes poderosas como la de una semilla germinando en la nieve o la de la tierra envuelta en neblina nos invitan a meditar sobre la quietud, la oscuridad y el refugio interno, sus oportunidades de renovación y la muerte simbólica de viejos patrones, que sirvan de alimento para abonar y nutrir nuevas fases, semillas, sueños y proyectos.

Al adentrarse en la oscuridad, Perséfone se transforma en generadora del nuevo ciclo. Podemos ver de igual manera cómo ella se expresa en nuestro ciclo lunar durante la menstruación, en la luna oscura, que es el momento que nos permite tejer un despertar desde el giro del nuevo ciclo, volviendo a manifestarse en lo externo con la luna nueva o creciente.

En la agricultura, el equilibrio entre luz y oscuridad es fundamental para la maduración y el florecimiento de las plantas.

Por ello, la energía luminosa que emana de nosotras durante las fases ovulatoria y lútea de nuestro periodo se relaciona estrechamente con cómo abordamos lo oscuro e interno de la menstruación y la fase folicular para volver a nacer en cada ciclo.

 

 

 

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