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Preparándote para la Menarca de tus hijas

Autor: Jaquie Bustamante
11 de abril de 2019

Las mujeres en épocas recientes hemos empezado a escuchar sobre nuevas formas de percibir nuestro cuerpo y nuestra feminidad.

Muchas de nosotras que somos madres de niñas reconocemos que el proceso de la menstruación se puede mirar sin rechazo ni asco, conceptos lamentables y nocivos con los que la gran mayoría crecimos y que de manera voluntaria buscamos soltar para no transmitirlos a las siguientes generaciones.

Una de las prácticas en que se ha materializado esta intención de transformación ha sido delegar a una experta la tarea de hablar del cuerpo y la sexualidad para explorar el tema con nuestras hijas de manera asertiva y amorosa, de tal manera que nosotras no afectemos con una visión “anticuada” la percepción positiva que ellas pueden ir adoptando sobre su propio cuerpo, su menarca y su sexualidad.

Sin embargo, es indispensable que nosotras mismas realicemos un proceso personal propio de sanación de nuestra primera menstruación.

Nuestra primera menstruación es sumamente significativa, ya que:

  • Define el paso de la etapa de vida infantil a la de vida cíclica de mujer
  • Abre la puerta de la fertilidad
  • Favorece u obstaculiza, según se perciba dentro de nuestro clan, la relación con nosotras mismas y nuestro cuerpo
  • Implica el inicio de una etapa de despertar sexual físico y emocional
  • Determina la visión de lo femenino y de nuestra relación con otras mujeres
  • Es una experiencia que deja marca en nuestra identidad como mujeres

En el transcurso de la primera infancia, los padres educamos sexualmente a los hijos con el metalenguaje, es decir que nuestras interacciones en lo cotidiano con nuestro cuerpo y con el suyo son más determinantes que lo que les expresamos verbalmente. De esta manera, hay aspectos en que las niñas tienen ideas preconcebidas sobre el valor, la estética y la aceptación de su cuerpo, ya que lo han aprendido por imitación.

Las niñas observan desde el inicio de su vida la calidad de las relaciones que sus madres cultivan con otras mujeres. A edades tempranas, ya han sido expuestas a un sinfín de expresiones en torno a lo que se puede decir del cuerpo y lo que se calla sobre él, de tal forma que lo que no ha sido mencionado contiene una carga emocional que se comunica aún sin ser verbalizada.

En un proceso de sanación como madres podemos identificar aquellos aspectos que hemos heredado en nuestra educación y a partir de ahí resignificar y conciliar ideas o conceptos que interfieren en que mantengamos una buena relación con nuestra feminidad y en que logremos generar un ambiente de bienestar conjunto con nuestras hijas.

La mejor forma de prepararnos para recibir la menarca de nuestras hijas es reconocer dentro de los sistemas de creencias que hemos interiorizado a lo largo de nuestras vidas todo aquello de lo que nos queremos liberar. El ejercicio consiste, primeramente, en cuestionar una a una cada creencia que nos genera una visión negativa del ser mujer, de la menstruación o de nuestra relación con nuestro cuerpo. Luego, a partir de haberlas identificado, se trata de consultar, por nuestra cuenta o con una guía profesional, información certera que amplíe nuestro criterio acerca de todos los aspectos del ciclo menstrual. Además de nutrir nuestra vivencia personal, para nuestras hijas será liberador entrar a la fase cíclica de su vida acompañadas por madres dispuestas a cambiar el guión y a vivir con plenitud su feminidad.

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